El siglo 21 (XXI) se ha caracterizado por:
- La volatilidad, la incertidumbre, el caos y la ambigüedad (VUCA por sus siglas en inglés).
- Los cambios y desarrollos tecnológicos que han transformado la comunicación: de la emocionante espera a la angustiante inmediatez.
- La cultura alrededor de lo desechable que influye no solo lo material, sino que afecta las relaciones laborales y entre las personas.
- La interacción de 5 generaciones en el entorno laboral y familiar, producto de los tres puntos anteriores y de la longevidad que se amplía cada vez más.
¿Cómo se ha afectado el amor con las mencionadas condiciones? Veamos el concepto de Amor líquido.
Zygmunt Bauman, acertado filósofo y sociólogo polaco (1925-2017), enfocó los últimos años de sus estudios y análisis en torno a la posmodernidad, la globalización, el consumismo y la nueva pobreza. De ahí surgió el concepto de modernidad líquida para explicar a las sociedades del mundo moderno. Para el sociólogo, la fragilidad del vínculo es la realidad de nuestras relaciones. De ahí lo de líquido, de la maleabilidad de la forma y de la facilidad de división de los elementos en estado líquido. Bauman estimaba la sociedad actual como un mundo ocasional. Gran parte de las personas que la conformamos buscamos la satisfacción momentánea: ese hecho puntual que nos alegra durante un minuto; al siguiente es desechado, y unos segundos después, casi olvidado. Según el ensayista, el amor relacional, el amor propio, también es líquido. ¿Cómo podemos querer a otra persona si antes no nos queremos a nosotros mismos? ¿Qué vamos a ofrecer si no tenemos nada valioso que ofrecer? ¿Con qué vamos a corresponder si nos ofrecen algo valioso? Nuestra falta de autoestima nos lleva a tener relaciones que se diluyen en cuestión de segundos.
Por ello, el término amor líquido, y todo cuanto se refleja en nuestra realidad actual, se nos escapa de las manos porque no somos capaces de solidificarlo y asirlo con la fuerza necesaria, ni siquiera el amor hacia nosotros mismos. Vivimos en el mundo efímero del instante como coleccionistas de eventos líquidos. Cada día nos cuesta más crear una realidad sólida formada de amor propio y relaciones verdaderas que duren en el tiempo con la consistencia requerida.
Para Bauman, los humanos modernos necesitamos compromisos fuertes. Y el primero tiene que ser con uno mismo. Sin amor propio, sin responsabilidad personal, sin capacidad para trascender, rara vez estaremos dispuestos a asumir relaciones sólidas.
El ensayista consideró que, hoy en día, más que relaciones, establecemos conexiones. La tecnología nos permite estar en contacto; sin embargo, no la usamos para profundizar, sino para conectar. En este sentido podemos observar la paradoja de que cuanto menos trascendentes somos personalmente, más individualistas nos volvemos. Además, precisamente en ese contexto desarrollamos necesidades puntuales que nos satisfagan momentáneamente. Eventos fugaces con comienzo y final, incluso pasando de lo real a lo virtual. El amor líquido actual es cada día más irreal. Las relaciones establecidas son insustanciales y faltas de contenido y compromiso.
“Amar significa abrirle la puerta a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse”
-Zygmunt Bauman-