Theresa May, primer ministro británica, dio a conocer la creación del Ministerio de la Soledad. Al frente de tan particular organismo, la mandataria nombró a Tracey Couch, titular de Deportes y Sociedad Civil, que deberá vérselas con lo que algunos han denominado ya la epidemia de nuestro tiempo.
“Para demasiada gente, la soledad es la triste realidad de la vida moderna”, definió May, cuya decisión se basó sobre un estudio que elaboró una comisión legislativa presidida por Jo Cox, la diputada laborista asesinada poco antes del plebiscito sobre el Brexit, en junio de 2016. Entre otros datos, se consigna allí que hay en Inglaterra 200 mil personas mayores que no cruzaron palabra con un amigo o con un familiar a lo largo de un mes, que hasta el 85% de los adultos jóvenes con discapacidades dicen que se sienten solos la mayoría de los días, y que un total de 9 millones siempre, o con frecuencia, se sienten solos.
Las dos parlamentarias encargadas del estudio, la laborista Rachel Reeves y la conservadora Seema Kennedy, recordaron las palabras de Cox advirtiendo que la soledad no discrimina, y afecta tanto a jóvenes como a ancianos.
Jane Brody, en una nota de The New York Times, a partir del análisis de setenta estudios, que incluyeron a 3,4 millones de personas, concluye que la soledad alcanza los valores más altos en adolescentes y adultos jóvenes para estabilizarse en la mediana edad y volver a subir en la vejez. El mismo artículo de Brody incluye una comprobación realizada en 2012 por Carla Perissinotto y su equipo de la Universidad de California en San Francisco: la mayoría de quienes manifestaban sentirse solos estaban casados, vivían con alguien y no sufrían depresión clínica.
El flagelo es universal: en Japón se alquilan amigos para sacarse fotos y subirlas a Instagram o personas para mantener una conversación y garantizarse un oído atento. Tiempo atrás, China sancionó la Ley de Protección de los Derechos y los Intereses de los Ancianos, que multaba, e incluso podía llegar a demandar, a los hijos que no visitaran regularmente a sus padres.
El tema ha empezado a tratarse en muchos lugares no como una cuestión social sino de salud.
Hay algunas otras preguntas que surgen: ¿Cómo es posible que en la sociedad de la hiperconectividad cada vez estemos más solos? ¿Por qué si todo nos queda apenas a un clic de distancia los demás, los otros, nos quedan en realidad tan lejos?
Nos comunicamos a diario, mediante Internet y redes sociales, con cientos o miles de personas en todo el mundo; pero al apagar el dispositivo que sea, no hay nadie a nuestro lado… eso, parece ser el factor que ha incrementado el sentimiento de soledad negativa en el planeta.
Uno de los mayores cambios en la forma en que vivimos ha sido el gran aumento en la cantidad de personas que viven solas.
En parte se debe a que vivimos más tiempo: cada vez hay más personas mayores cuyos compañeros han muerto. Pero también están los padres solteros cuyos hijos se han ido ya del hogar y personas que estaban casadas pero su relación colapsó, especialmente los hombres de mediana edad; además del número creciente de madres solas al frente de una familia.
El economista conductista de fama mundial, el Prof. Daniel Kahneman, dijo lo siguiente: «Resulta que aproximadamente el 15% del tiempo total que las personas pasan es desagradable. Si logras reducir ese número del 15% al 14%, le estarías haciendo un gran servicio a la humanidad».
Si el mundo pudiera ofrecerle a esas personas la mano de la amistad. Una sonrisa y una palabra. Compañía cuando la deseen y privacidad cuando la quieran. Ese sería un gran servicio para la humanidad.
Referencias: