“¿Quién soy?” es una de esas preguntas existenciales que, si no sabemos responder, pueden llegar a convertirse en un obstáculo a la hora de ser felices. Saber quién es uno mismo y hacia dónde queremos ir es una de las bases para encontrar bienestar no ya en los grandes proyectos, sino en todos los detalles de la cotidianidad.
Pero no poder responder a esta pregunta en un momento no quiere decir que todo esté perdido. Actualmente no hay nada que nos haga suponer que la capacidad para plantearse adecuadamente y responder con éxito la cuestión «¿quién soy?» sea en sí misma una capacidad innata, algo inamovible e independiente de nuestras elecciones y el ambiente en el que elegimos vivir. En ocasiones, es necesario hacernos esta pregunta para poder seguir creciendo, pues es un indicador de si estamos en el camino correcto.
No se trata de responder con una frase específica, concreta, como si de un eslogan vital se tratase. Lo importante es comprobar, desde la propia subjetividad, hasta qué punto podemos llegar a reconocer una serie de ideas e imágenes que identificamos con nosotros mismos. La respuesta a la pregunta «¿quién soy?» está siempre más allá de las palabras.
Por eso merece la pena detectar hasta qué punto ciertas sensaciones de malestar pueden tener su foco en estas dudas acerca del significado de la propia existencia y la propia identidad.
Si no podemos responder a esta pregunta, ello puede significar que estamos pasando por una crisis de identidad, un periodo de nuestra vida en el que podemos experimentar profundas dudas sobre nosotros mismos, dudas sobre el sentido de la existencia acompañadas de sentimientos de vacío, soledad.
Cuando conseguimos responder de nuevo a esta pregunta, nos volvemos a reenganchar al ritmo de los acontecimientos que suceden en nuestra vida, consiguiendo ser, esta vez, mucho más conscientes de lo que nos rodea y más realistas en nuestros pensamientos. Volvemos a empoderarnos frente a la vida.
La identidad se va forjando a lo largo de la vida, pero hay una etapa o periodo crítico en que tiene especial relevancia: la adolescencia. Ya lo resaltaba el psicólogo Erik Erikson en su Teoría del Desarrollo Psicosocial. Erikson afirmó que el mayor obstáculo que debe enfrentar el desarrollo de los adolescentes es el establecimiento de una identidad. Para el autor, la construcción de la identidad no se puede entender sin la interacción con los demás.
El “¿quién soy?” también afecta y se ve afectado por la autoestima: ¿Me quiero mucho o poco o nada? ¿Soy lo que quiero ser?, y la autoeficacia: ¿Soy capaz de ir a dónde quiero ir? ¿Soy capaz de ser lo que quiero ser? por tanto, saber quién eres te hace más fuerte y, a pesar de las adversidades que puedan presentarse en tu vida, te ayuda a superar las dificultades.
La identidad tiene un gran componente emocional, y saber “quien soy” también lo tiene. De manera resumida, algunas de las características que debes de considerar respecto a la construcción de la identidad son las siguientes:
La identidad se desarrolla en interacción con otros.
La identidad es una definición socialmente construida del ser.
La identidad es un fenómeno subjetivo, con un fuerte componente emocional.
La formación de la identidad implica un proceso de reconocimiento y de valorización de uno mismo y de las posibilidades para hacer frente a los retos.
Saber “quién soy” puede no ser siempre fácil. Y para algunos individuos se convierte en una pregunta complicada, pues les da miedo afrontar la realidad. Cuando no sabes quién eres, ni dónde estás, ni sabes el camino que quieres seguir en la vida, la ansiedad, el malestar y el miedo pueden tomar el control sobre ti. Esto es lo que se conoce como una crisis existencial, y puede ser mentalmente muy agotador, además de provocar trastornos psicológicos si no se resuelve la situación de manera correcta.
La crisis existencial es una crisis de identidad, y la solución está en volver a conectar con uno mismo.
En este mundo del siglo 21, en donde el cambio; la confrontación de ideas y creencias; la diversidad, en todas sus expresiones; la desigualdad económica; la violencia, en todas sus formas; y tantos aspectos que hacen que la vida sea una vorágine interminable; la búsqueda de fórmulas o recetas mágicas para ser felices es una necesidad permanente de la humanidad.
La Felicidad ha sido tema y enfoque de innumerables autores; existen muchas expresiones para definir una fórmula de la Felicidad; desde las más simplistas, hasta las más elaboradas. Sin embargo, existe un factor común: la Felicidad depende de la forma en que cada persona enfrenta su realidad.
Tal y como lo señala Mo Gawdat, ingenierode profesión y directivo de Google,
“La felicidad no es lo que el mundo te da, sino lo que piensas sobre lo que el mundo te da”.
Gawdat llevaba años trabajando en una ecuación que explicara la Felicidad y la puso en práctica en el momento más crucial de su vida: la inesperada muerte de su hijo Ali de 22 años durante una cirugía de apéndice que se complicó. La terrible experiencia y la forma en que enfrentó la tragedia, aplicando su fórmula de la felicidad, la comparte en su libro Solve For Happy.
Para desarrollarla, enumeró todos los elementos que le hacían feliz y trató de hallar un punto en común entre ellos. “La única cosa en común entre todos esos momentos es que somos felices cuando parece que la vida sigue a nuestra manera”, explica al periódico The Independent. Después, dio con la fórmula matemática:
La fórmula de la felicidad, propuesta por Mo Gawdat, es igual o mayor que los acontecimientos de su vida menos su expectativa de cómo debería ser la vida.
El directivo de Google relaciona la infelicidad de algunas personas con la manera en que se analizan los acontecimientos de nuestra vida. Su teoría contempla que hay seis ilusiones que impiden una visión real del mundo: el pensamiento, el yo, el conocimiento, el tiempo, el control y el miedo. Además, identifica siete puntos que nos hacen percibir una realidad distorsionada: filtrar, asumir, atrapar, recuerdos, etiquetas, emoción y exagerar.
Cuando estos elementos son replanteados en la ecuación, “empiezas a darte cuenta de que la vida, en realidad, cumple nuestras expectativas”, señala Gawdat. Para alcanzar la felicidad también es necesario aceptar cinco verdades: el ahora, el cambio, el amor, la muerte y el ‘gran diseño’ (la creencia de que la vida sigue patrones, de manera que nada es aleatorio). Así, la fórmula matemática definitiva de la felicidad es la diferencia entre la manera en que un individuo ve los acontecimientos de su vida y su expectativa de cómo debería ser su vida.
Seguramente está no será la última fórmula que trate de explicar la Felicidad; sin embargo el enfoque de Mo Gawdat es simple, práctico y, tiene un factor que lo hace único, surge del amor de un padre hacia su hijo.
La Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que el doctor israelí Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard, define como “la ciencia de la felicidad”, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para andar en bicicleta o a jugar fútbol: con técnica y práctica.
Estamos próximos a iniciar un nuevo año, así que, como parte de los propósitos de año nuevo, vale la pena tomar en consideración los siguientes tips para desarrollar el hábito de ser feliz.
1. Perdona tus fracasos. Es más: ¡celébralos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad.
Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de éste hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.
2. No dés lo bueno por hecho: agradécelo. Cosas grandes y pequeñas. «Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista».
3. Haz deporte. Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer.
Un equipo de investigadores norteamericanos y británicos publicó un reciente estudio que demuestra que las caminatas en grupo al aire libre ayudan a combatir el estrés y fomentan el bienestar mental. Los científicos de la Universidad de Michigan trabajaron en conjunto con la Universidad Edge Hill y evaluaron a 1.991 participantes en el programa de Inglaterra “Caminando por la salud”, que organiza cerca de 3.000 caminatas por semana para más de 70.000 participantes regulares. Lo que encontraron fue que estas caminatas en la naturaleza estaban asociadas a porcentajes mucho más bajos de depresión y que mitigaban los efectos negativos de los eventos estresantes de la vida y el estrés general. Sara Warber, profesora asociada de medicina familiar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan y autora principal del estudio, señaló que la gran muestra de estudio fue un factor determinante. “Observamos los comportamientos de un gran grupo, donde algunos decidieron salir a caminar y otros no, en vez de nosotros decirles qué hacer”, dijo. “Después de 13 semanas, aquellas personas que eligieron las caminatas al menos una vez a la semana experimentaron emociones positivas y menor estrés“.
“El estrés nunca va a desaparecer, así que es importante tener una manera de lidiar con él. Caminar en la naturaleza es un mecanismo para afrontar cosas y los beneficios no son solo físicos”
Warber y la co-autora, Kate Irvine, principal investigadora en el Grupo de Investigación de Ciencias Sociales, Geográficas y Económicas, en el Instituto James Hutton, en el Reino Unido, recomiendan hacer al menos 3 veces a la semana caminatas al aire libre y en la naturaleza para experimentar beneficios. Además añaden que las caminatas cortas y frecuentes son más beneficiosas que las largas y ocasionales.
4. Simplifique, en el ocio y el trabajo. “Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.
El poder del ENFOQUE y ESTAR PRESENTE pueden hacer la diferencia en tu vida y en la calidad del tiempo dedicado a tu trabajo y tus relaciones. Hoy en día la cantidad de distractores a nuestro alrededor, muchos de ellos bastante adictivos, nos hacen perder de vista lo importante, nos restan productividad y, tal vez lo peor, afectan la calidad de lo que hacemos, decimos y pensamos.
No te compliques, simplifica, libérate de las distracciones y dedica tiempo de calidad a todo lo que hagas.
5. Aprende a meditar. Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. Tal Ben-Shahar añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.
Si bien la meditación puede sonar a algo muy profundo, complicado y que requiere de mucho tiempo, así como de un lugar adecuado para ello; pues no es así. Y para ello te invito a que veas este video sobre cómo meditar en un minuto. Practícalo. ¡Funciona!
6. Practica una nueva habilidad: la resiliencia. La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o ‘lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos’, un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como ‘oportunidad’, que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora.
«En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”
Roberto Pereira, médico psiquiatra.
7. Come chocolate: En los últimos años los científicos han demostrado que el consumo diario de pequeñas cantidades de chocolate negro o amargo es beneficioso para la salud del corazón. En la escuela de medicina de Harvard estudiaron que las personas que comían cierta cantidad de cacao con más propiedades antioxidantes que otro tipo de cacao, demostraron una mejora en la presión arterial.
En Toronto, Canadá hicieron un estudio maravilloso, consistía en dos grupos de personas, unos tuvieron que comer chocolate y los otros no. ¿El resultado? Se dieron cuenta que las personas que comían chocolate eran más propensas a ser más felices.
El chocolate estimula la producción de endorfinas en el cuerpo, provocando un gran sentido de felicidad.
Ayuda a aumentar los niveles de serotonina en el cerebro, actuando en el cuerpo como un antidepresivo.
El chocolate también contiene un estimulante, llamado feniletilamina, que tiene en el cuerpo el mismo efecto que un enamoramiento.
Su combinación de cafeína y teobromina despierta el ánimo.
Y además, el chocolate tiene un sabor exquisito que despierta y estimula los sentidos del gusto y el tacto, esenciales para disfrutar de los placeres del amor.
Pero no te excedas. El chocolate es alto en calorías y grasa. Para obtener sus beneficios, basta con comer un pedacito de chocolate puro que tenga al menos 65 por ciento de cacao.
Aquí tienes pues unos sencillos, pero poderosos, tips para ser feliz. Apúntalos en tu lista de propósitos para el año que inicia.